“La contemplación
lleva a la unión con el Alma Universal”
CAPÍTULO XV
LA CONTEMPLACIÓN
Este ejercicio se debe practicar después de haber adquirido cierto desenvolvimiento, porque de otra manera no obtendremos resultados. Naturalmente y aunque sea así, nos ayuda en la concentración y en el desarrollo de la voluntad. En la contemplación no es necesario hacer nada de las cosas que hacemos con los otros ejercicios, no es necesario meditar, imaginar o visualizar, sino que lo único que debemos hacer es contemplar el motivo u objeto que hayamos elegido. En la contemplación es el Ego quien tiene el papel principal, cuando contemplamos, cesamos todas las actividades externas y el Ego se pone en contacto con la personalidad para centrarse en el motivo de la contemplación y registrar lo que emana de ése fenómeno espiritual que se esconde detrás de lo material. Este ejercicio es un proceso de unión de lo transcendente con lo intranscendente, es una manera de entrar en el reino del alma para comprobar la verdad, es una manera de percibir en el cerebro físico lo que el Alma percibe.
Con lo único que se trabaja en la contemplación es con la concentración de la mente. Se trata de fijar o concentrar nuestra atención sobre un objeto, pero con la intención de ver su aspecto o parte espiritual y etérica. He dicho que no es necesario que meditemos, pero tampoco digo que no se haga, porque la meditación nos puede ser de ayuda para llegar a esa parte espiritual. Sin embargo, la meditación debe ser a modo de introducción a la contemplación, o sea, que meditemos un corto tiempo y sin poner mucho esfuerzo para que sea superficial; cuando comprendamos que por la meditación nos hemos acercado a la parte espiritual, entonces debemos dejar la meditación y practicar la contemplación.
La contemplación es una etapa superior de la mente, ya que con ella penetramos a través de la forma y contactamos con el espíritu que está en los mundos espirituales. Pongamos un ejemplo: Una persona que sea muy devota elegirá una imagen que le despierte los mejores sentimientos espirituales como motivo para la contemplación, entonces se pondrá a contemplar la imagen con devoción, adoración y todos los mejores sentimientos, hasta llegar al más completo olvido de sí mismo; intentará penetrar esa imagen hasta encontrar algo nuevo y vivo, y cuando lo encuentre sentirá una especie de éxtasis espiritual. Esta sería aproximadamente la contemplación de un motivo de devoción o de una persona de tendencia mística. Como es lógico, la contemplación tiene muchos motivos para practicar, dependiendo si la persona es de tendencia religiosa o intelectual, pero de una forma u otra, hay que tener siempre en cuenta estas cosas:
1ª. Que no debemos dejar de enfocar la atención sobre el motivo hasta olvidarnos del cuerpo físico y de todo cuanto nos rodea
2ª. Que la mente debe estar activa y expectante continuamente y no dejarla decaer hacia cierto grado de pasividad.
Para esto es bueno hacernos a la idea de que tenemos que concentrar y alcanzar un punto muy profundo en ese motivo de contemplación, esta idea debe estar muy clara.
Si no hay actividad e intención de “profundizar hasta encontrar” mientras contemplamos, no conseguiremos mucho. Se trata de elegir un motivo, y por medio de todo lo que le rodea y se relaciona con él, llegar a su principio mismo de manifestación. Cuando nos hemos servido de todos los elementos de la misma naturaleza que el motivo tiene para llegar a lo más profundo del mismo, lo dejamos e intentamos llegar al verdadero arquetipo que se encuentra en las regiones superiores del mundo del pensamiento. Dicho de otra forma, cuando la atención ha abandonado todos los elementos complementarios, la mente se mueve con todo su poder, como si no existiera otra cosa que ella misma, en dirección al Espíritu interno de lo que hayamos elegido. Si continuáramos con el ejemplo anterior, diríamos que, cuando el devoto se vale de imágenes o del conocimiento que tiene sobre un determinado personaje místico, y llega a profundizar tanto en la vida de ese personaje que ya no puede continuar profundizando más, entonces es cuando debe centrar su voluntad de contemplar en la imagen y no pensar en nada más, sólo debe contemplar y esperar; entonces y con la práctica, será cuando aparezca la parte espiritual que está más allá de la mera imagen material.
Hay ocultistas que aconsejan que la contemplación se practique de tal manera, que la persona no se sienta separada del motivo para que no haya sentimiento de separatividad y de relación entre el motivo y la persona. Esto es difícil, pero no imposible, porque debemos identificarnos de tal manera con el motivo, que debemos olvidarnos de que existimos y de que estamos separados de ese motivo de contemplación; así nos introduciremos y seremos uno con su naturaleza abstracta o arquetípica. Hay quien ha comparado este ejercicio con nuestra actitud cuando en la oscuridad o en un día de niebla, esforzamos nuestra vista para penetrar y conseguir ver lo que nos oculta. Cada persona meditará en lo que más le plazca, pero hay que tener presente siempre que hay que agotar las posibilidades hasta llegar al principio. Cuando contemplamos un ser viviente, es bueno que comencemos por ver su naturaleza física, que luego pasemos a su aspecto emocional, y -si es una persona- por último, veamos su aspecto mental, así llegaremos al límite y nos quedaremos absortos contemplando su naturaleza interna para ver si se nos aparece su Espíritu. Pero cuando es un ser que nos causa devoción, entonces no debemos reprimir esos sentimientos, sino que, al contrario, debemos manifestarlos hacia ella.
Pongamos otro ejemplo: Decidimos contemplar la imagen de Cristo, primero nos valemos del conocimiento amoroso y espiritual que tenemos sobre Él para manifestar todo lo mejor que tenemos, y luego nos unimos a Él e intentamos penetrar en Su naturaleza interna, así podremos sentir lo que creemos que Él sentía y pensar lo que Él pensaba. Cuando dejamos eso a un lado, nos encontramos con que no podemos continuar, y entonces tenemos dos salidas, 1ª. Contemplamos la imagen sin pensar en nada más hasta ver si se nos presenta algo de su naturaleza interna. 2ª. Llegamos a comprender que es Dios, e intentamos verle como un Ser Supremo. Si contemplamos un objeto, también nos podemos valer de ciertos aspectos de su naturaleza para llegar a su interior, pero no podemos hacer mucho más, sólo esperar a que su Espíritu nos hable, naturalmente, repito lo dicho antes, hay que estar con la mente activa y alerta, entonces es posible que esa forma material desaparezca y se nos muestre en su forma de vida.
Cuando un aspirante ha trabajado con la concentración y la meditación, y llega, por medio de la contemplación, a ver la vida que hay detrás de cada forma material, puede seguirla y comprobar que esa vida se relaciona con otras, y al final resulta ser la Vida Una universal. Un buen ejercicio de contemplación es hacerlo con nosotros mismos, ya lo hemos explicado en otro sitio como motivo de meditación, pero en este caso se trata de llegar a nuestra propia naturaleza interna y a contemplar nuestro propio Espíritu con la clara idea de que es parte del Espíritu Universal. ¡Concentrad la mente ahí y contemplad el Yo Superior!
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